La llegada de la Vid.

La historia del vino chileno comienza con la llegada de los españoles quienes trajeron las primeras vides en manos de los jesuitas.

Todo se inicia con el “descubrimiento” de Chile que se inició cuando los españoles llegaron a tierras de este largo y angosto país. En 1520 llega Hernando de Magallanes por el paso austral que lo llamó “Estrecho de Todos los Santos” por estar ahí coincidentemente un 1º de noviembre y que ahora todos conocemos a ese lugar como “El Estrecho de Magallanes”. Luego continúa el descubrimiento de Chile con la llegada de Diego de Almagro a sus 61 años en el año 1536. Y finalmente concluye con el arribo de Pedro de Valdivia en 1541 mismo año que se funda la ciudad de Santiago y quién inicia oficialmente el periodo de la Conquista.

Cada conquistador dentro de sus barcazas traía esclavos, tecnologías de aquellos años, ayudantes, sirvientes y misioneros encargados de evangelizar nuevos territorios. Son estos últimos los que para sus misas necesitan por rito espiritual católico romano vinos. Los vinos eran usados como elementos de ceremonias y que obviamente por razones de distancia los misioneros y conquistadores traían estos brebajes en forma limitada.

Existen variados historiadores y pintores donde muestran diferentes conquistadores como Almagro y Valdivia celebrando misas en los lugares donde acampaban con vino español que cada día les escaseaba más y más.

La primera cepa en llegar al territorio chileno fue una variedad tinta bautizada acá como la “Cepa País” la que se adaptó rápidamente a suelos del sector por necesitar climas mediterráneos, es decir inviernos lluviosos y veranos asoleados; exactamente lo que acá tenemos. Estas plantas fueron traídas desde Perú pero son originarias de las Islas Canarias, España. Cuenta la historia que este material vegetal arribó a las costas chilenas en los años 1547 aproximadamente. Y llegaron después de ser pedidas mediante una carta que escribió Pedro de Valdivia de puño y letra al Rey Carlos V un día 4 de septiembre del 1545 fechada en La Serena. Valdivia era muy claro donde le decía al Rey que “…había cuatro meses que por falta de vino, no se celebraba el culto divino, ni oíamos misa…”.

Las plantas que debían mandar tenían un requisito fundamental, era que el vino que saliera de ellas se pudiera conservar por mucho tiempo sin perder sus buenas características. De esta forma aparece esta cepa famosa llamada Uva País, de estas bayas aparece un vino firme, robusto y rústico en boca, que ha estado presente durante siglos en nuestra historia nacional. Durante muchos años fue la cepa más cultivada en tierras chilenas y, por lo mismo, la más consumida, sin importar los rangos sociales.

Temperaturas ideales, características de los suelos y las aguas provenientes de diferentes ríos consecuencias de lluvias abundantes de aquellos años hicieron que el desarrollo de la vid se expandiera llegando incluso a zonas centrales del país. Hoy el vino procedente de Chile se posiciona como uno de los mejores a nivel mundial.

Nuestro enólogo municipal nos cuenta que en el siglo XIX fue tanto el protagonismo que tomó el vino en la zona del Valle del Itata y del Biobio que era el encargado de abastecer el mercado tanto nacional como internacional en el caso que se exportase a Perú. Los vinos comercializados debían ser transportados en pipas sobre carretas tiradas por bueyes y es ahí donde va apareciendo el término “Vinos Pipeños” que se conserva hasta hoy en día.

Demy Olmos nos comenta también que en honor a la carta enviada por Pedro de Valdivia al Rey de España Carlos V (ya mencionada en este tríptico) solicitando plantas para hacer vinos y tener para las ceremonias de misas, es que el Día Nacional del Vino Chileno se celebra los 4 de septiembre de cada año.

Otro dato curioso que nos entrega Demy es que a mediados del siglo XIX por ahí por los años 1870 en el Valle del Itata el consumo en vino era todavía moderado y no excedía más de 25 litros per cápita al año; cifra que se duplicaría en los años siguientes por ahí por los años 1900 que alcanzaría a los 89 litros por habitante/año. Hoy en día el consumo de vino en los chilenos está cercano a los 13 litros/año.

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